No hay certeza


Cuando inicias el camino de la sanación personal estás consciente de tus heridas, de tus dolores... de aquellas situaciones que te afectan el corazón y te hacen frágil... más frágil de lo que una persona sana debiese ser -de las que te hacen dependiente-

Mi camino empezó cuando entré al laberinto de mis emociones, cuando decidí hacerme cargo de mis Peses Fucsias venenosos. Al comienzo los atrapé, admito que se veían hermosos mientras nadaban quietos. No habían sobre saltos... a ratos los alimentaba con recuerdos lastimeros, y cual pirañas activaban más y más pensamientos decadentes sobre mí. Al tiempo, sólo los dejé... y admiraba su belleza. Al estar encerrados nada los sobreestimulaba. 

Podía mantener el control de mis emociones y me sentía ama y señora de mi mundo. Estaba siendo capaz de ser alguien estable, aquella mujer fuerte, independiente y equilibrada que visualizaba en mis deseos. Mas el camino de la vida, en determinados momentos, es inhóspito si se transita en soledad absoluta, y pese a que en mí encontré quietud, lealtad e incondicionalidad... habían conversaciones que yo y mis otras realidades no podían sopesar. 

Fue entonces que permití compañía en mis pasos, me permití amar a otro ser humano.

Es un tanto complejo cuando decides volver a querer, cuando vuelves a amar siendo plenamente consciente de que no amas una idea, que aquel ser es tan humano como tú. Ya no hay idealizaciones, sabes que frente a ti existe un saco de piel y huesos con sentimientos, temores, pasiones y lecciones por aprender... tal como tú lo vives. 

Desde esta perspectiva, ya no quieres al "hombre ideal", aceptas al real; al que tiene días buenos, días malos... al que despierta con los ojos pegados, al que también se enamoró previamente a tu llegada. A ese ser que en algún momento -previo a ti- también afirmó que no podía amar a nadie más. Te enamoras de otro universo, con sus mares y calmas.

Y desde ese punto sabes que no hay certeza. Admites que no hay nada que sustente este amor, que no existe tal idea de un para siempre desde aquí a la eternidad... pero a pesar de eso, te mantienes firme a la idea de que quizá ahora sí, quizá ahora sí hay un "para siempre". Y cuando miras sus ojos, sabes que no es cierto, que el único instante eterno es el ahora, ese momento que continua repitiéndose un sin número de veces en los multiversos paralelos, pero que en éste sólo duró nos minutos. 

Y tomas su mano, y sientes su aroma, y besas sus labios... sabiendo que no hay realmente un mañana, sabiendo que a ciencia cierta no hay mayor certeza, solo el amor que los une en el ahora. 


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