De lo cotidiano




Vivimos vidas muy agitadas, no solo los adultos -como se decía hace unos años- también los niños y jóvenes. Vivimos vidas muy apuradas y los instantes de descanso y de real vida pasan tan rápido…
A ratos me tomo un descanso del trabajo y observo a mis estudiantes -observo sin mirarlos- sus movimientos, su trabajo, sus risas… cómo son, qué hacen.

Observo cómo sobrellevan su quehacer y sus propias existencias. Cómo se sobre ponen a cada uno de sus momentos de flaqueza.  Cómo se sobreponen y como se hunden - hasta tocar fondo- para luego descubrir que el martirio no era tan grande, que el hoyo no era tan hondo, que la ola no los tiró tan lejos.

Los miro reírse, conversar y vivir, vivir y seguir viviendo.
Los veo reírse y compartir sus universos.

Los veo y comprendo que no todo queda en eso, no todo se limita a eso.
No todo es mi sala de clases… no todo es mi asignatura, no todo es ese pequeño instante de atención que ponen, al oírme hablar sobre la autoregulación de sus emociones.

Son tanto…

Y ese universo se mantiene en el quehacer diario, en la vida ajetreada que llevan.
En la existencia inquieta que llevo.


Greños.- 




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