Regresiones (uno)
Se sentía al calor sofocante en nuestro pecho, caminamos a
paso lento… debíamos cuidarnos del asecho de los captores. No eran muy
inteligentes, pero lo suficiente en número como para correr riesgo y sentir
miedo.
Nuestras ropas estaban sucias, no demostraban en nada a los
cuidados que le dábamos en la ciudad, pero pese a la escasez y todo tormento,
valía la pena y el sacrificio.
Las calles polvorientas eran nuestra casa desde hace
bastante tiempo, y estaba bien… en serio se sentía bien.
Mientras seguía en mis divagaciones, un ruido latoso surgió
de la nada… Eran los captores, comenzamos a correr, nunca había corrido con
tanta desesperación, nunca había temido tanto por mí.
X se adelantó, lo perdí en el camino, dejé de divisar su
presencia entre las pequeñas viviendas del pueblo. T iba detrás de mí, tampoco
lo veía, pero sentía su jadeo… sentí deseo de detenerme, quedaba poco para
llegar a nuestra cabaña… “un poco más me dije”, pero fue inútil, los captores
estaban frente a nosotros… venían en sus camionetas.
El vehículo más grande, de un color rojo oxidado, detuvo
nuestro paso. Pude ver unas botas con tierra frente a mí.
-
Al suelo
- y una mano grueso me llevo a la tierra, tirando mi cabeza.
Hablaban cosas que no entendía, rozaron mis piernas con sus
gruesos dedos. Rieron… comencé a llorar. Se acercaron a T, lo golpearon con patadas,
cayó al suelo, lo miré fijo, él fijó sus ojos a los míos. Nos rodearon, se
rieron al sentir el olor de nuestro miedo.
Levantaron a T, le dijeron que quitara su pantalón. Lloré
más al escuchar lo ordenado… T no hizo nada, yo sufría. Recordé como conocí a
T, lo gentil que me parecía, recordé que le gustaba mucho el café del local de
la esquina… traje a mí las últimas conversaciones antes del viaje. Lo confiadas
que resultaban todas sus ideas, la esperanza que veía en sus ojos y como su
madre lloró antes de que tomáramos el tren que nos trajo hasta acá. Miré las
zapatillas de T, sentí mis lágrimas en el suelo y como el polvo quedaba pegado
en mis mejillas.
-
¡Bájatelo!
- Y lo arrastraron por el suelo.
Tomé mi último puñado de valentía y me aferré a sus piernas.
Se burlaron de mí, y me levantaron de un brazo. El sujeto de la orden me miró
fijo, mi valentía se mezclaba con ira… Se acercó a mí, lamió mi mejilla y parte
de mi boca… lloré pero no emití sonidos.
-
¡Ándate!
Miré a T, Hizo un gesto de aprobación con su cabeza
-
¡¡No!!
Grité con voz ronca y rota
Ándate o sigues tú!
-
¡¡Corre!!
me dijo T
Y luego de eso se acercaron a él, lo patearon y rasgaron su
ropa.
Corrí, no miré hacia atrás… corrí y comencé a gritar al
sentir el llanto ahogado de T. Corrí y no quise parar, me dolían las rodillas.
Sentí un motor encenderse, y varias risas de hienas. Corrí y entré a un
matorral de arbustos secos… el polvo era más. En eso, una niña aparece entre
los arbustos, la miré y también lloraba, su piel oscura estaba rasgada. La
abracé, sentí los motores más cerca, me levanté con ella en brazos y corrí.
Llegué al caserío donde estábamos viviendo. Caminé a paso
rápido, solo habían tres pasajes, el de nosotros era el último, sentí los
motores y corrí. Nuestra puerta estaba intacta… golpee entre llantos. Abrieron,
era X. Me ingresó a la casa con un abrazo, lloré, lo abracé… dejé a la niña
dormida en la cama.
Lo abracé y lloramos, caímos al piso… lo besé. Me dormí o
desmayé… No recuerdo, pero me perdí en el tiempo.
Abrí los ojos y aún estaba en el piso, X estaba a mi lado,
sentado.
Miró a la nada y dijo - “diremos
que la niña es nuestra, de nuestra esclava, que murió hace unos días. No la
podemos dejar”-
-
“La
encontré cuando venía hacia acá”
Sentí los motores y mucho bullicio. Un golpe en la puerta y
las risas de hiena. Tocaron la puerta, X tomó su pistola. - No vayas, dije muy bajo. No
vayas!!
X asomó sus ojos por la rendija de la puerta. Paró unos segundos…
La abrió la puerta completa e hizo unos movimientos bruscos.
Era T con la cara raspada y mucha tierra en el cuerpo. Tenía
sangre en los brazos y los ojos hinchados.
Maravilloso amor!
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