Treinta Historias en Abril. Tres


Naturaleza

Sus campos frondosos cobijan mis labios heridos. Mis deseos perdidos y ocultos –de niña de bien- se expanden en las ganas que siento al besarlo, al olerlo, al soñarlo… al tocarlo.

Los pensamientos quedan caducos tras materializar mis fantasías, porque tengo fantasías, y ni yo misma sabía.

Mi esencia de loba –más bien de chacal- deambula por las habitaciones, mientras nosotros caemos en las sábanas varias veces en la tarde. Se detiene, bebe agua, alza los brazos, duerme unos minutos y regresa al asecho.

Recorro sus curvas rosadas, palpo su piel, transpiro con su respiración, nado en su sudor.
Descanso los recuerdos… y calmo el cansancio en un sueño compartido.

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