Treinta Historias en Abril (Dos)


Atardecer

El sol cálido al bajar, teñía su piel de amarillo naranja, poco a poco fue mutando a violeta azulado, hasta no poder distinguir su tonalidad innata.

Lo miré fijo, pocas veces le decía lo magnífico que me resultaba poder entablar conversación con él, la mayor parte de los años compartidos solo asumí que sabía que lo amaba… porque lo amaba, eso era evidente. Nadie comparte tanto tiempo con otro, solo porque sí.

Tomé su mano, quité la taza, volví a llenarla con té. Le hablé sobre mi día, como solía hacerlo hace unos años atrás. Él miraba fijo al horizonte, no decía nada, solo perdía sus pensamientos en el mar inmenso y lejano. 

Vi las gaviotas, me sentí feliz. Soplé mi té, soplé su té… 
Sé que ya no me reconoce, pero asumo que en sus dimensiones de pensamiento, sabe que lo amo.

“Tome un poquito papi, está haciendo frío”

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